lunes, 21 de diciembre de 2009

LA CUMBRE DEL CLIMA: “FIASCO” COMPLETO (I)

LA CUMBRE DEL CLIMA:
“FIASCO” COMPLETO (I)

La Cumbre de Copenhague se saldó con un mísero balance, a base de “acuerdos mínimos” en torno al cambio climático o, más bien, calentamiento global del planeta. Una decepción, pues, “en toda regla”.
Los precedentes más inmediatos de esta importante reunión hay que buscarlos en la Cumbre de la ONU de Bali (COP 13) y en la denominada “vía Poznan” de 2008 (COP 14), antesala de la recién concluida Cumbre de Copenhague de 2009 (COP 15). En Copenhague urgía negociar un Protocolo substitutivo del de Kyoto, que expira en el 2012. Ha sido la penúltima oportunidad para evitar y detener un cambio climático imprevisible, cercano y de desconocidas y graves consecuencias.
El Acuerdo de Copenhague es ya una realidad en lo que se refiere a manifestación “de buenas intenciones”, consensuada entre los más de un centenar de líderes mundiales asistentes a la Conferencia de la capital danesa.
Se temió que algo de esto sucediera, adelantado ya en una asamblea de las centrales sindicales danesas. No había tiempo material para más que no fuera un ejercicio de “voluntad política”, que contemplaría en abstracto una promesa de financiación inconcreta. Todo dejado pendiente de lo que se concluya en un COP 15 bis, a celebrar dentro de medio año o, incluso, de una nueva Ronda (COP 16) en México, pasado un año.
Los acontecimientos de la tarde del domingo 20, protagonizados por ecologista españoles entre otros a modo de manifestación-protesta, no hicieron moverse ni un ápice las conclusiones- confirmadas y refrendadas una a una. La tan esperada intervención de Obama tampoco arrojó ninguna luz, sólo concediendo una pequeña gratificación a la disidencia de Greenpeace, que la noche anterior se presentó con una pancarta con el lema siguiente: “Es hora de actuar, no de hablar”.

Contaminación en El Bierzo
LA OTRA MIRADA:
Los escépticos u opuestos recalcitrantes nos plantean “una película de miedo”. Así, para ellos, es palmario que las principales potencias están trabajando “a marchas forzadas”, a fin y objeto de lograr un nuevo acuerdo sobre cambio climático o, lo que es equivalente, para aprobar una batería de propuestas cuyo punto y final es liquidar “la libertad de mercado”.
El extenso y prolijo documento-borrador, de casi 180 páginas, es “el punto de arranque” a partir del cual se construirá el Protocolo de Kyoto II, al que relevaría en el 2012 (al Kyoto I).
La Cumbre del Clima 2009, así, vendría predeterminada, pues los países miembros de la ONU sólo transicionarían tomando como fundamento un acuerdo para frenar el cambio climático cuyo origen, conforme asegura el IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático), es debido y desencadenado por las emisiones de gases contaminantes (CO2, principalmente) que se producen como resultado de la actividad económica humana. Y, para los defensores escépticos, hay crecientes y múltiples pruebas y experimentos concluyentes para dudar de esta tesis.
Y es una decisión tomada, ya que el pasado junio los responsables máximos del proyecto ya desvelaron con toda nitidez su intencionalidad. Fue cuando el Secretario general de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático, Yvo de Boer, expresó su convicción de que Copenhague serviría para “abrir las puertas a una transformación drástica y rotunda del modelo industrial global”. Su creencia firme, y no disimulada, era la de que en Copenhague había que entrever una “entente” porque las advertencias y alarmas de toda la comunidad científica eran tan claras que no dejaban margen de actuación, es decir, había que actuar ya y aprovechar la crisis para realizar un cambio radical en el modelo de crecimiento económico actual.
Para mantener su postura, De Boer explicó que la lucha contra el cambio climático comportará, según previsiones, unas “inversiones enormes” camino de los 200.000 millones de dólares, como ejemplo para el Ejercicio 2030. Como es de suponer, esta cifra tan elevada y desorbitada ha de ser cubierta y sufragada por todos los contribuyentes de los países desarrollados.
El borrador filtrado inopinadamente ya contemplaba esta filosofía: “El nuevo acuerdo que se alcance en el seno de la Convención estará sustentado en tres piedras angulares (un “Gobierno” con poderes, un mecanismo de facilitación de tareas y un complejo presupuestario-financiero)”.
El Gobierno mundial se regiría por el COP (Conferencia de Copenhague), con el apoyo imprescindible de un nuevo órgano supranacional a fundar, subsidiario y con las funciones de adaptación, y de un Consejo Ejecutivo encargado de la gestión y recepción de los nuevos fondos monetarios y, asimismo, de todo lo relativo a los procesos intermedios de facilitación, eufeminismo con el que se debe comprender “la redistribución de recursos cuantiosos desde los países ricos hacia los pobres”.

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Lo que se llama mecanismo financiero incluiría necesariamente el nacimiento de “un fondo multilateral de aportación contra el cambio climático”, lo que se traduciría en un montante aproximado de 200.000 dólares anuales que recaudaría la nueva institución internacional. De hecho, según refleja en su informe anual, la Agencia Internacional de la Energía cifra en 10,5 billones de dólares (7,1 billones de euros) la factura final del nuevo Protocolo de Kyoto, únicamente hasta el 2030.
- Redistribución y reparto de la riqueza:
El coste de transición para la adaptación completa al nuevo sistema productivo globalizado en los países considerados “en vías de desarrollo” será satisfecho y sufragado mediante un traspaso o transferencia de recursos procedentes de las potencias ricas. Las ideas o métodos con los que se trabaja son diversos y variados: desde un fijo del 0,7% del Producto Interior Bruto (PIB) de los países ricos y desarrollados destinado a la mitigación y reducción de emisiones de CO2, hasta el establecimiento de un entramado amplio de tasas e impuestos verdes a nivel planetario que gravarían los productos que emplearan en su fabricación energías altamente emisoras de CO2, el mercado de compra-venta de derechos de emisión de gases, directamente a empresas y sectores, el comercio de contingentes de C02 (actual práctica plasmada en el Protocolo de Kyoto vigente),…
Y es que, en la misma Cumbre, se propuso para su estudio y aprobación la posibilidad u opción de implantar un impuesto global del 2% sobre la generalidad de las transacciones financieras internacionales. Una especie de imitación de la “Tasa Robin” que, en vez de incidir sobre la erradicación de la marginalidad y la pobreza, serviría en esta tesitura para impedir y minimizar el tan temido, más presente con el tiempo, calentamiento global.
Según el personaje escéptico climático, Lord Christopher Monkton, su opinión no deja lugar a dudas:

Contaminación en El Bierzo

- El Tratado dice con exactitud: “El Gobierno universal y mundial será creado”.
- El segundo propósito encubierto, y no menos transcendente, es la “transferencia o aporte de riqueza de los países occidentales a los del Tercer Mundo”.
- El tercer apartado, en fin, versa exclusivamente sobre la aplicación de “la ley”. No se cita ni “de soslayo” vocablos tan populares como referéndum, elecciones democráticas o términos similares (participación, consultas al pueblo, representatividad,…).
En conclusión, con una frase textual, lo que se ventila es “lo que van a hacer con objeto de imponernos un mundo comunista, puesto que el Presidente (Obama) es un incondicional simpatizante de esa ideología”.

LOS PROLEGÓMENOS DE LA CUMBRE:

El inicio vino marcado y caracterizado por una polémica ya instaurada en torno a la supuesta manipulación de datos y registros científicos que habrían llevado a cabo investigadores británicos. Durante la primera jornada, todas las actuaciones estuvieron impregnadas por este “affaire”, transcurriendo por lo demás sin incidentes destacados en un ambiente optimista y esperanzador, desencadenado por las declaraciones y manifestaciones de buenas intenciones y deseos de la gran mayoría de líderes políticos.
En sentido contrario, el Presidente del Panel Intergubernamental (IPCC) de la ONU, Rajendra Pachani, trató de esclarecer el asunto nada más que se inauguró la Cumbre, y se sirvió de su discurso de entrada para defender y garantizar la solidez y rigor de los argumentos científicos que analizaban el papel del elemento humano en el calentamiento global, con responsabilidad.
El afamado científico planteó que lo bautizado como “Climagate” (apropiación indebida de correos electrónicos de estudiosos especialistas británicos, que habrían manipulado interesadamente estadísticas sobre el clima) era una estrategia para desacreditar y denigrar el trabajo de los científicos del Panel de la ONU, “que recoge y clasifica evaluaciones en series históricas y transparentes a lo largo de más de 21 años y que se han llevado a efecto por decenas de miles de científicos expertos de todas las latitudes del planeta”. Del mismo modo, osó criticar a quienes “recurren a procedimientos y actos ilegales” para intentar destruir y que se dude de sus investigaciones.
Pachani, Premio Nobel de la Paz, es el máximo responsable y autoridad del grupo que, constituido por eminentes científicos, aseguró en 2007 (después de comprobaciones) que hay un 90% de probabilidades de que el cambio climático sea imputable a la actividad humana.


El cambio Climático es imparable e impredecible