RECUERDO DE UNA ECONOMÍA DE SUBSISTENCIA:ANCARES



Los alcaldes bercianos de municipios integrados en el área de Los Ancares se muestran muy prudentes ante la posibilidad de que se retome el proyecto para declarar a la emblemática zona paisajística como Reserva de la Biosfera.
Responsables de la Xunta de Galicia manifestaron su intención de desarrollar un plan global para el desarrollo de la zona. El director xeral de Desemvolvemento Rural de la Administración gallega y el delegado provincial en Lugo, Emilio López, informaron hace algunas semanas a los alcaldes gallegos de la zona incluida en Los Ancares y a otros representantes sociales de la zona sobre el plan que prepara la Xunta para desarrollar toda el área. Además, los responsables autonómicos pidieron el apoyo de los regidores de los municipios ancareses para una mejor ejecución del proyecto.

En puntos de EL BIERZO yque ahora recibe el nombre de palloza, de forma circular u oval, cubierta de bálago o paja.
Bajo su techo conviven hombres y animales, separados solo por una empalizada o muro de tablas, que no llega hasta la cima del hábitat interno.
La palloza se construye a veces sobre suelo inclinado. En ese caso, los animales ocupan la parte más baja, para facilitar la salida de orines. En el centro está siempre el hogar, sobre el que pende una cadena en la que se cuelga el puchero.

Las pallozas son las construcciones típicas de los antepasados ancareses: de forma ovalada o redondeada, son ejemplos de la total simbiosis y adaptación del hombre a su medio. En ellas convivían animales, personas, utensilios y otros enseres. Eran construcciones de piedra berroqueña, la que se encuentra en las inmediaciones y que, modernamente, incluso aprovechaban los canteros. Solían disponerse en lugares un poco elevados y resguardadas de los vientos ábregos. Yo me inclino por pensar que son astur-celtas y como una derivación posterior de los castros. Es de rigor destacar que la temperatura interior puede variar entre 16 ó 18 grados en relación con la del exterior: la cabaña ganadera estaba separada del hombre apenas por unas tablas proporcionándole calor.
Como hechos que puedo constatar se pueden escoger los siguientes:
- A la entrada de la palloza, en un altillo, se veía la “paneira” -cerrada por una puerta y en un hueco- y en ella se conservaban perfectamente los alimentos de uso casi diario. En el centro estaba la cocina y los “escanos” (especie de bancos). La lumbre era de “lareira”, encima de una laja plana y, por encima, una repisa de losa o pizarra para colocar utensilios. En algunos hogares, el fuego se hacía en el suelo y la comida se hervía en un pote que se regulaba con una cremallera suspendido de una viga en el techo. Abajo, solía ponerse un “trespiés” de bronce o aleación de cobre, últimamente. Subiendo por una escalera o similar se accedía a la alcoba, donde existía un arca que contenía las ropas y otras prendas u objetos valiosos.
LOS HORNOS, LOS CARROS Y LOS HÓRREOS
Estos tres elementos eran indispensables para la supervivencia. Los carros eran de madera, relativamente pesados por el terreno escarpado por el que discurrían habitualmente. Se ataban por medio de cuerdas o sogas gruesas (“liames”) a unos palos que soportaban la carga (“estadullos”). He de hacer mención de que mi abuelo tuvo la habilidad de “fabricar” un yugo para emparejar una vaca y un burro, con buen resultado.
Los hornos, en una economía cerrada y de intercambio algunas veces, podían ser comunitarios (entonces se distribuían hornadas por familias). Era típico el pan de centeno del país. Se podía cocer para varios y, si el molino del grano era particular, aquí se pagaba una “maquilla” o medida al molinero por cada saco que se llevaba.
El hórreo cumplía varias misiones: salar y curarse al oreo de la montaña los productos de la matanza, al estar a una cierta distancia del suelo; impedir que los alimentos fueran devorados por zorros u otras alimañas, proteger el carro (para ello se le quitaban las ruedas) de la intemperie y humedad,… A su interior, se llegaba a través de una escalera o unos simples peldaños.
Finalmente, he de apuntar unos detalles que me llamaron poderosamente la atención ha años:
- La forma de trabajar la piedra los canteros y cómo con barro hacían cuadrar los diferentes bloques.
- Los “teitadores” de las pallozas: el tipo de paja de centeno que usaban, cómo la elegían, humedecían, ataban como cosiendo y la subían para cubrir sobre una trama de traveseros o pequeñas vigas. Decían que los tallos de la paja del pan (centeno) tenían que ser largos, “para cuelmo”.
- Las plantas medicinales que se pueden distinguir en el monte y, en concreto, los arándanos para macerar en orujo, la “ruda” para problemas intestinales, “la carqueixa” para varias afecciones,… amén de las creencias que todavía subsisten: responsos a S. Antonio, cosas de brujerías (“meigas”), plantas para proteger la casa de los malos espíritus (vianteiro), oraciones para curar,…
Lo que he aprendido de la experiencia de la gente mayor de Ancares es su capacidad para sacar conclusiones del pasado, con una buena dosis de “sentido común”, fruto de la relación con un medio escaso en recursos y, en cierta medida, inhóspito y humanizante.
Articulo realizado por nuestro colaborador:
MARCELINO B. TABOADA
MARCELINO B. TABOADA