miércoles, 2 de junio de 2010

EL CASTILLO TEMPLARIO DE PONFERRADA


EL CASTILLO TEMPLARIO
 DE PONFERRADA


GENERALIDADES:
El Castillo de los Templarios es uno de los más significativos y representativos de la vida típica del Temple y uno de los exponentes de naturaleza constructiva militar de mejor factura y silueta más perfilada. Se eleva sobre un gran espacio poligonal dotado de dobles o triples líneas defensivas constituyéndose así barbacanas, torres, estancias y un amplio patio bajo o albacar.
En general, la fortaleza muestra un doble perímetro de murallas con un conjunto de torres en todo su trazado: Cabrera, Malvecino y Malpica como más destacadas. A éstas se accede una vez cruzado un foso por un puente levadizo. El tramo que lo separa de la línea de defensa exterior fue rellenado con escombros (terrera), con la constitución de un pasillo que se convierte en mirador. También son notorias las almenas finas pero con una buena disposición estética.
El palacio o casa grande tiene todas las características de residencia. Los muros del mismo son menos gruesos que el resto y, en cambio, se abren a su través una serie de puertas y ventanas, que proliferan más que en ninguna otra zona. Estaba integrado por varias dependencias como la sala rica o principal, un mirador con ornato de azulejos, la sala de armas, una capilla, una bodega, las caballerizas, el salón, las celdas o mazmorras y los patios correspondientes. Su estado de conservación es aceptable.
La torre del homenaje es un signo arquitectónico notable. Se erige con una esbelta altivez y compone una silueta llamativa. Se localiza al lado izquierdo del patio de armas y presenta varias entradas. Asimismo dispone de un puente levadizo. Su base es cuadrada y alcanza una altura no desdeñable de unos 24 m. En sus muros se distingue una inscripción en latín.
Los materiales utilizados en su edificación son variados y diversos: tapial, muros de cal y canto, elementos de mampostería, piedras de sillería,...
No se debe obviar la existencia de un “aljibe”, que tenía como misión primordial recoger el agua de lluvia en caso necesario.



SENCILLA DESCRIPCIÓN ARQUITECTÓNICA:
El recinto en planta del Castillo sorprende por su extensión considerable y el dibujo de figura irregular, nada extraño, aunque ello nos muestra claramente el deslinde de dos partes diferenciadas: el lienzo norte, del siglo XII, y todo el resto monumental erigido en el siglo XV, con algunas adiciones posteriores de los siglos XIX y XX.
En los tiempos más pretéritos el Castillo estuvo circundado por un foso, salvo en el muro noroccidental, al ser aquí ocioso por el papel de aislamiento que cumple el río Sil.
En el interior fortificado se contemplan un grupo de parapetos de resistencia de origen templario, propios del siglo XII: los vestigios de una barbacana como complemento para el acceso a un patio, el cual abre la perspectiva a la visión de una torre elíptica, un trecho del trazado del paseo de ronda, una torre que se elevó con tres pisos, la torre del Malvecino más otra torre en la que se vislumbra una puerta de arco apuntado de un relevante valor artístico.
En la fachada noroeste se presenta la estampa de un parapeto extendido y corrido que finaliza en la torre del Moclín, con la peculiaridad de ser de planta hexagonal irregular.
Debajo del componente defensivo se abría el paso hacia una segunda ronda que protegía el subterráneo que comunicaba el Castillo con un aljibe, situado en una torre albarrana.
La portada de la entrada principal, de mampostería, está custodiada por dos torreones que flanquean un extenso arco de medio punto. Rebasando este arco se alzaban las puertas que permitían el paso al patio dentro del cual (a su izquierda) se asienta la torre del homenaje, desde la que se llega a la plaza de armas- actualmente tapada su superficie por escombros.
Antes de introducirnos en el patio se halla un recinto defensivo que dirige hacia la torre Cabrera en orientación sur, la cual posibilita el traslado hasta la primera línea de contención del flanco este en cuyo punto central se levanta una torre semicircular, que prestaba el servicio para calabozos y para establecer el tránsito hasta la segunda línea amurallada. El paramento prosigue en dirección norte, observándose una nueva torre cuadrada poco antes de toparnos con la torre de Malvecino datada en el siglo XV.

EL CASTILLO TIENE LA HUELLA TEMPLARIA:
Ya se mencionó cómo, a pesar de estar bajo la administración templaria apenas dos siglos, la impronta que la Orden dejó ha marcado considerablemente a la fortaleza y pasa ello a ser un signo de reconocimiento e identidad.
Este lapso temporal fue el más fructífero desde varias ópticas y se asimila a su primera época, que abarca entre los finales del siglo XI y los principios del XII básicamente.
En el momento en que en el 1.178 Ponferrada pasa a pertenecer y estar directamente vinculada a la Orden del Temple gracias a una cesión graciosa de los reyes leoneses, los Templarios descubren una pequeña fortaleza cuyo origen y procedencia fue un castro prerromano pasando después a transformarse en una ciudadela romana. Más allá de la constatación de la existencia del primitivo Castillo ya en el siglo XII, se determina que en este período es cuando se refuerza, desarrolla y reedifica el recinto amurallado o fortificado sustentado con materiales de fábrica de cal y canto: todo ello con la finalidad precisa de poder proteger, cobijar y custodiar a los peregrinos que cumplían con su peregrinación recorriendo el Camino de Santiago y, en definitiva, con objeto de blindar y dominar la entrada más habitual al noroeste de la Península.

LA NOCHE TEMPLARIA:
Ya son varias las ediciones de la celebración de la conmemoración anual en honor a la tradición templaria ponferradina que se llevan cumplidas. Ello tiene lugar un fin de semana alrededor de la primera luna llena del estío. En síntesis el guión es como sigue: “Frey Guido de Garda, Maestre de la Orden de los Caballeros Templarios, retorna a la ciudad del Puente de Hierro para sellar con sangre en ella un pacto perpetuo de eterna e inquebrantable amistad. Le entrega, en seña y prueba de su firme resolución, en custodia y guarda los símbolos sagrados más importantes del cristianismo traídos desde la Tierra Santa de Jerusalén: la sagrada Arca de la Alianza y el Santo Grial (cáliz usado por Cristo en la “Última Cena”).

O PEREIRO


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