LA ENERGÍA NUCLEAR:
POSTURAS ENCONTRADAS
En la civilización moderna, a partir de la Revolución Industrial, el consumo y utilización en mayor o menor grado de la energía está íntimamente vinculado con el correlativo mayor o menor nivel de bienestar, de salud y de esperanza de vida del ser humano. En esta sociedad global, los países más pobres son los que muestran un más bajo consumo “per cápita”, mientras que los más desarrollados y evolucionados arrojan cifras de utilización de energía muy notables y desproporcionadas. Por ello, si todas las naciones hicieran el uso de la energía en consonancia con los países de mayor nivel de vida, serían precisos nueve planetas como el nuestro para mantener la actividad.En el Informe de 2007, se trabaja con una previsión de un incremento en la generación de energía eléctrica del 1,3% anual, entre los años 2004 a 2030.
En las economías emergentes o en vías de desarrollo, el consumo eléctrico a partir de la energía nuclear aumentará en un 4,9% al año entre 2005 y 2025. Como caso a contemplar, en Asia es de esperar un incremento destacable en la construcción de nuevas instalaciones nucleares, superando todas las expectativas, fundamentalmente en China, India y Corea del Sur.
Las emisiones resultantes de CO2 que se calculan para los periodos anteriormente mencionados dan como resultado un aumento desde un total de 26,9 billones de toneladas en 2004 hasta los 33,9 en el 2015 y los 42,9 en el 2030. De hecho, como hecho curioso, cabe citar que China adelantará a Estados Unidos en volumen emitido de gases “efecto invernadero” en el 2010 y en el 2030, los sobrepasará en un 41%.
Aún teniendo en cuenta que se cumplan los acuerdos del Protocolo de Kyoto, sólo se podría reducir la cifra resultante en el 2030 en 593 millones de toneladas de CO2. Y ello es así, pues Turquía, Bielorrusia, Australia y Estados Unidos no se han comprometido en este acuerdo, al igual que otros Estados importantes como China y la India.
LA ENERGÍA NUCLEAR EN EUROPA Y EL MUNDO:
Ante una presión de una gran parte “muy concienciada” de la sociedad, se produjo un deseo de abandono paulatino del uso de la energía nuclear, en Suecia (1980), Italia (1987), Bégica (1987), Alemania (año 2000),… No obstante, otros países europeos (Austria, Holanda y España) promulgarían normativas que paralizarían la construcción de nuevos reactores nucleares (“moratoria nuclear”). En Nueva Zelanda, aparte de las decisiones de algunos Estados europeos, no se utilizan reactores nucleares de ningún tipo desde 1984. La otra componente de la renuncia a la energía nuclear era que así se impulsaría e incentivaría un mayor uso de las energías renovables.
Actualmente, sin embargo, las naciones europeas tienen distintos y enfrentados posicionamientos e intereses entorno a la energía nuclear. Desde la opción a favor clara de ciertos Estados, como Francia y Lituania, con un entusiasmo de los “reconvertidos”, hasta otros, como Austria e Irlanda, totalmente reticentes y que proscriben en su legislación, penalizando la construcción de más reactores nucleares. El estado real de la cuestión es que continúan en funcionamiento 59 plantas nucleares en Francia, 19 en el Reino Unido, 17 en Alemania, 15 en Ucrania ó 10 en Suecia, como casos más significativos. Al contrario, muchos países europeos no disponen en su suelo de ninguna.
El tema es muy controvertido, con varias derivaciones y aspectos a armonizar. De un lado, se ha liberalizado (en teoría) el mercado energético, existiendo un mercado “unitario” que debería, idealmente, lograr generar y producir de la manera más eficiente posible energía eléctrica, por una competencia más
numerosa entre las distintas empresas de diferentes países y mediante un correcto intercambio transfronterizo, entre empresas y Estados, con el subsiguiente abaratamiento de costes y una optimización del sistema.
Mas, en sentido opuesto, opera generalmente- según extendida opinión- que la decisión o elección sobre qué tipos de plantas de generación eléctrica a instalar o construir es potestad exclusiva y propia de cada país, fiel reflejo de la “soberanía nacional”. Buscando casuística de colisión entre Estados, podría llegarse a ver cómo una empresa eléctrica italiana, por ejemplo, consciente de que en su país de origen prima una legislación antinuclear, anunciara una inversión nuclear en la fronteriza Francia o, incluso, en Eslovaquia (sabiendo que este país comparte límites y río con Austria). Esto debería ser evitable, pues redundaría en una enemistad o enfrentamiento indirecto entre Austria e Italia. Aún más real, cabría la contingencia de que una Compañía alemana, ante la posibilidad de que se proceda al cierre de una planta que explota en su país, se decidiera por trasladarse a otros Estados vecinos, con su aporte de tecnología y experiencia. Lo que deja en evidencia el precario equilibrio del “mercado único eléctrico”. Más pronto que tarde, se han de eliminar estas distorsiones ponderando la creación de un “Consejo de Seguridad Nuclear Europeo”, competente en todo el ámbito de la Unión Europea, que determinaría los diseños permitidos para implantar nuevamente centrales nucleares y otras reglamentaciones, como una mayor escrupulosidad al aplicar medidas de seguridad o la obligación de minimizar tanto la producción de residuos contaminantes como la correcta reducción del material procesado, así como su eliminación sin peligro.
Ante una presión de una gran parte “muy concienciada” de la sociedad, se produjo un deseo de abandono paulatino del uso de la energía nuclear, en Suecia (1980), Italia (1987), Bégica (1987), Alemania (año 2000),… No obstante, otros países europeos (Austria, Holanda y España) promulgarían normativas que paralizarían la construcción de nuevos reactores nucleares (“moratoria nuclear”). En Nueva Zelanda, aparte de las decisiones de algunos Estados europeos, no se utilizan reactores nucleares de ningún tipo desde 1984. La otra componente de la renuncia a la energía nuclear era que así se impulsaría e incentivaría un mayor uso de las energías renovables.
Actualmente, sin embargo, las naciones europeas tienen distintos y enfrentados posicionamientos e intereses entorno a la energía nuclear. Desde la opción a favor clara de ciertos Estados, como Francia y Lituania, con un entusiasmo de los “reconvertidos”, hasta otros, como Austria e Irlanda, totalmente reticentes y que proscriben en su legislación, penalizando la construcción de más reactores nucleares. El estado real de la cuestión es que continúan en funcionamiento 59 plantas nucleares en Francia, 19 en el Reino Unido, 17 en Alemania, 15 en Ucrania ó 10 en Suecia, como casos más significativos. Al contrario, muchos países europeos no disponen en su suelo de ninguna.
El tema es muy controvertido, con varias derivaciones y aspectos a armonizar. De un lado, se ha liberalizado (en teoría) el mercado energético, existiendo un mercado “unitario” que debería, idealmente, lograr generar y producir de la manera más eficiente posible energía eléctrica, por una competencia más
numerosa entre las distintas empresas de diferentes países y mediante un correcto intercambio transfronterizo, entre empresas y Estados, con el subsiguiente abaratamiento de costes y una optimización del sistema.
Mas, en sentido opuesto, opera generalmente- según extendida opinión- que la decisión o elección sobre qué tipos de plantas de generación eléctrica a instalar o construir es potestad exclusiva y propia de cada país, fiel reflejo de la “soberanía nacional”. Buscando casuística de colisión entre Estados, podría llegarse a ver cómo una empresa eléctrica italiana, por ejemplo, consciente de que en su país de origen prima una legislación antinuclear, anunciara una inversión nuclear en la fronteriza Francia o, incluso, en Eslovaquia (sabiendo que este país comparte límites y río con Austria). Esto debería ser evitable, pues redundaría en una enemistad o enfrentamiento indirecto entre Austria e Italia. Aún más real, cabría la contingencia de que una Compañía alemana, ante la posibilidad de que se proceda al cierre de una planta que explota en su país, se decidiera por trasladarse a otros Estados vecinos, con su aporte de tecnología y experiencia. Lo que deja en evidencia el precario equilibrio del “mercado único eléctrico”. Más pronto que tarde, se han de eliminar estas distorsiones ponderando la creación de un “Consejo de Seguridad Nuclear Europeo”, competente en todo el ámbito de la Unión Europea, que determinaría los diseños permitidos para implantar nuevamente centrales nucleares y otras reglamentaciones, como una mayor escrupulosidad al aplicar medidas de seguridad o la obligación de minimizar tanto la producción de residuos contaminantes como la correcta reducción del material procesado, así como su eliminación sin peligro.
Lo que semeja ser pacífico y de consenso generalizado es la urgencia en reducir y controlar el uso de los combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón), a pesar de que seguirán contando mucho en el “mix energético” internacional por su casi monopolio de sectores como el transporte o el industrial. Pero, de nuevo, salta a la luz la diferencia entre los diferentes bloques o áreas del planeta: los países integrados en la O.C.D.E. sumarán a su consumo energético, entre el 2004 y el 2030, un 24% más y el resto de países agregarán un 95% más, dato que se justifica por el desarrollo acelerado de los países llamados “emergentes” (China, India, Sudeste asiático, algunos sudamericanos,…).
ARGUMENTOS A FAVOR:
A nivel global, según señalan todas las tendencias y proyecciones, es de prever un aumento del uso tanto de la energía nuclear como de todas las energías renovables, en el período de referencia 2004-2030. Su progreso será suave pero constante y sostenido.
Las economías más desarrolladas y avanzadas intentan, por todos los medios, ir sustituyendo el carbón por el gas natural y las energías renovables, por razones de coyuntura económica y ambiental.
De este modo, las perspectivas de futuro para la energía nuclear no pueden más que verse favorecidas sensiblemente debido a la subida insufrible del precio de los combustibles fósiles, así como por una inestabilidad geopolítica, y a la apertura de la conciencia ecológica que presiona para que la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto no se quede “en papel mojado”.
Las instalaciones en funcionamiento, además, han visto cómo se mejoraban las tecnologías y su capacidad, a lo que se ha de añadir la extensión temporal de su vida útil con adaptaciones, especialmente en las áreas pertenecientes a la O.C.D.E. y en otros países varios de Europa y Eurasia.
La energía nuclear es un elemento casi imprescindible para poder lograr un cumplimiento más fácil de los acuerdos implementados en el Protocolo de Kyoto ya que, en fase de funcionamiento, apenas provoca emisiones de CO2.
No obstante, sí se emana cierta cantidad de CO2 en el transcurso de la construcción y el desmantelamiento y desmontaje de las centrales nucleares. Como, asimismo, durante el ciclo de obtención del combustible utilizado en las plantas. A nivel mundial, el porcentaje de CO2 lanzado a la atmósfera en los diferentes procesos de producción de energía eléctrica viene a representar únicamente un 9% del total de emisiones gaseosas que son desencadentes del “efecto invernadero” de origen humano, siendo el transporte el primer agente productor de estos nocivos gases.
El Consejo Mundial de Energías Renovables se pronuncia en la dirección de que la industria nuclear ha percibido alrededor de un trillón de dólares (cantidad en valor constante actualizado) de fondos públicos en todo el orbe, mientras que para el conjunto de energías renovables se han destinado solamente 50.000 millones de dólares. Hoy en día, aparentemente, la generación de electricidad a partir de la energía nuclear es más onerosa que la proveniente de la eólica, equiparable en coste y precio con la hidroeléctrica y con la cogeneración con madera gasificada. Pero resulta más barata que la obtenida por la fotovoltaica y que la de las centrales térmicas, que consuman cualquier clase de combustibles fósiles.
En un examen dinámico, se ha de precisar que los costes necesarios en el empleo de energías renovables están conteniéndose o disminuyendo, fruto de un proceso que incide en un empuje hacia la eficiencia y la reducción de costes y gastos. En consonancia con los últimos estudios publicados, la energía más barata y rentable sería la eólica y, a continuación, la nuclear. En función del país designado, a su altura estaría la energía hidroeléctrica. La conclusión antedicha es producto de una “visión amplia”, incluyendo las externalidades más relevantes, con todos los costes externos e indirectos- entre ellos, los sociales y los legados a otras generaciones posteriores.
ARGUMENTOS CONTRARIOS:
La energía nuclear ha tenido una imagen “horrenda”, en parte merecida, al identificarla con su casi infinito poder destructivo. En usos pacíficos, se señala que con los últimos y más seguros diseños de plantas se minimiza la probabilidad de un accidente o desastre por la explosión de un reactor nuclear (con efecto dañoso sobre el núcleo), fijándola en un 0,3% para Europa y en un 0,9% para el resto del mundo en un horizonte de 40 años.
Con los datos aportados, se realiza una aplicación por zonas: así, la probabilidad de un siniestro de origen nuclear en España sería menor a un 0,005%, tan mínimo puesto que se toma como premisa que el fin de vida útil de la más moderna y reciente central nuclear española tendrá lugar en un término máximo de 20 años.
Las consecuencias derivadas de un accidente grave en una central nuclear son variadas e importantes. El accidente desgraciado más famoso de la historia, el de Chernobyl, se saldó con un número de fallecidos (principalmente en el contorno más próximo y a causa de desarrollo de cánceres, como inevitable repercusión) que se cuentan en una franja demasiado extensa: desde 4.000 vístimas, según las autoridades responsables, hasta decenas o centenares de miles, a juzgar por diferentes expertos y Organizaciones.
Entre los peligros externos e imprevistos para las centrales nucleares y que afectarían a la vida en el planeta se citan habitualmente:
- Pueden ser objeto preferente de ataques “terroristas” en ciertas instalaciones. En España, esta hipótesis es improbable pues es “imposible que puedan estar trabajando centenares de empleados en una central sin que los controles estrictos de los protocolos de seguridad hayan sido observados”. Lo cual descarta esta acechanza criminal.
- También entra en el campo de lo posible el advenimiento de accidentes (o sabotajes) en elementos o componentes del sistema o en instalaciones destinadas a participar en el ciclo del combustible nuclear.
- Un riesgo a no desmerecer es el que se produce en la fase de transporte de los residuos o desechos nucleares (materiales radioactivos, algunos de mediana actividad) al atravesar puntos densamente poblados y grandes ciudades.
- Otro riesgo se origina con lo que se denominan “tecnologías de doble uso” (pacífico y militar). Puede darse la tentación del desvío de materiales radiactivos para el progreso con vistas a llegar a obtener la bomba atómica y otras armas destructivas, por parte de dirigentes y regímenes “sin escrúpulos”. Este supuesto sólo es concebible en dos casos concretos: en aquellos privilegiados países que poseen centros o instalaciones para el reprocesamiento y aprovechamiento del combustible nuclear ya usado (Francia, Reino Unido, EE. UU., Japón y Rusia) o bien en plantas especiales con instalaciones para el enriquecimiento de uranio (previsiblemente éste sea el caso de Irán).
- Otra contingencia a contemplar es el caso de que algunas sustancias radiactivas (de poca actividad) presentes en los residuos fueran sustraídas o robadas por algún grupo terrorista para lo que se conoce como fabricación de “bombas sucias”.
De cualquier forma que se mire, lo más desagradable y negativo del uso de la energía nuclear redunda en sus mismas características. Los residuos nucleares permanecen, más o menos activos, durante un plazo demasiado dilatado: decenas de miles de años. Su vertido o enterramiento se lleva a cabo en el mar, prioritariamente. Se ha de encontrar otra mejor solución viable, que pasaría por habilitar unos almacenes geológicos profundos, al abrigo de hasta incluso los fenómenos sísmicos (AGP). Otra exitosa alternativa, que se ha de generalizar, consiste en eliminar y neutralizar los residuos de alta actividad desechados mediante el procedimiento del reprocesado o el más complejo e idóneo de la transmutación.
BIERZO.NATURA TOMA PARTIDO:
La energía nuclear no es inocua, como tampoco renovable. Sólo sería concebible su uso en zonas del planeta determinadas y con unos problemas muy específicos: acaparadora dependencia del suministro energético de combustibles fósiles del exterior, no existencia de otras fuentes de energía autóctona (renovables o no), que tampoco se pudiera proceder a instalaciones efectivas de energías limpias y que su economía no pudiera, de ningún modo, aguantar la sangría de comprar la práctica total de energía a otras naciones o “cárteles” del petróleo o multinacionales.
Y, en nuestro Bierzo, ni por asomo se da ninguna de las hipótesis expuestas. Por tanto, en nuestra Región:
A nivel global, según señalan todas las tendencias y proyecciones, es de prever un aumento del uso tanto de la energía nuclear como de todas las energías renovables, en el período de referencia 2004-2030. Su progreso será suave pero constante y sostenido.
Las economías más desarrolladas y avanzadas intentan, por todos los medios, ir sustituyendo el carbón por el gas natural y las energías renovables, por razones de coyuntura económica y ambiental.
De este modo, las perspectivas de futuro para la energía nuclear no pueden más que verse favorecidas sensiblemente debido a la subida insufrible del precio de los combustibles fósiles, así como por una inestabilidad geopolítica, y a la apertura de la conciencia ecológica que presiona para que la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto no se quede “en papel mojado”.
Las instalaciones en funcionamiento, además, han visto cómo se mejoraban las tecnologías y su capacidad, a lo que se ha de añadir la extensión temporal de su vida útil con adaptaciones, especialmente en las áreas pertenecientes a la O.C.D.E. y en otros países varios de Europa y Eurasia.
La energía nuclear es un elemento casi imprescindible para poder lograr un cumplimiento más fácil de los acuerdos implementados en el Protocolo de Kyoto ya que, en fase de funcionamiento, apenas provoca emisiones de CO2.
No obstante, sí se emana cierta cantidad de CO2 en el transcurso de la construcción y el desmantelamiento y desmontaje de las centrales nucleares. Como, asimismo, durante el ciclo de obtención del combustible utilizado en las plantas. A nivel mundial, el porcentaje de CO2 lanzado a la atmósfera en los diferentes procesos de producción de energía eléctrica viene a representar únicamente un 9% del total de emisiones gaseosas que son desencadentes del “efecto invernadero” de origen humano, siendo el transporte el primer agente productor de estos nocivos gases.
El Consejo Mundial de Energías Renovables se pronuncia en la dirección de que la industria nuclear ha percibido alrededor de un trillón de dólares (cantidad en valor constante actualizado) de fondos públicos en todo el orbe, mientras que para el conjunto de energías renovables se han destinado solamente 50.000 millones de dólares. Hoy en día, aparentemente, la generación de electricidad a partir de la energía nuclear es más onerosa que la proveniente de la eólica, equiparable en coste y precio con la hidroeléctrica y con la cogeneración con madera gasificada. Pero resulta más barata que la obtenida por la fotovoltaica y que la de las centrales térmicas, que consuman cualquier clase de combustibles fósiles.
En un examen dinámico, se ha de precisar que los costes necesarios en el empleo de energías renovables están conteniéndose o disminuyendo, fruto de un proceso que incide en un empuje hacia la eficiencia y la reducción de costes y gastos. En consonancia con los últimos estudios publicados, la energía más barata y rentable sería la eólica y, a continuación, la nuclear. En función del país designado, a su altura estaría la energía hidroeléctrica. La conclusión antedicha es producto de una “visión amplia”, incluyendo las externalidades más relevantes, con todos los costes externos e indirectos- entre ellos, los sociales y los legados a otras generaciones posteriores.
ARGUMENTOS CONTRARIOS:
La energía nuclear ha tenido una imagen “horrenda”, en parte merecida, al identificarla con su casi infinito poder destructivo. En usos pacíficos, se señala que con los últimos y más seguros diseños de plantas se minimiza la probabilidad de un accidente o desastre por la explosión de un reactor nuclear (con efecto dañoso sobre el núcleo), fijándola en un 0,3% para Europa y en un 0,9% para el resto del mundo en un horizonte de 40 años.
Con los datos aportados, se realiza una aplicación por zonas: así, la probabilidad de un siniestro de origen nuclear en España sería menor a un 0,005%, tan mínimo puesto que se toma como premisa que el fin de vida útil de la más moderna y reciente central nuclear española tendrá lugar en un término máximo de 20 años.
Las consecuencias derivadas de un accidente grave en una central nuclear son variadas e importantes. El accidente desgraciado más famoso de la historia, el de Chernobyl, se saldó con un número de fallecidos (principalmente en el contorno más próximo y a causa de desarrollo de cánceres, como inevitable repercusión) que se cuentan en una franja demasiado extensa: desde 4.000 vístimas, según las autoridades responsables, hasta decenas o centenares de miles, a juzgar por diferentes expertos y Organizaciones.
Entre los peligros externos e imprevistos para las centrales nucleares y que afectarían a la vida en el planeta se citan habitualmente:
- Pueden ser objeto preferente de ataques “terroristas” en ciertas instalaciones. En España, esta hipótesis es improbable pues es “imposible que puedan estar trabajando centenares de empleados en una central sin que los controles estrictos de los protocolos de seguridad hayan sido observados”. Lo cual descarta esta acechanza criminal.
- También entra en el campo de lo posible el advenimiento de accidentes (o sabotajes) en elementos o componentes del sistema o en instalaciones destinadas a participar en el ciclo del combustible nuclear.
- Un riesgo a no desmerecer es el que se produce en la fase de transporte de los residuos o desechos nucleares (materiales radioactivos, algunos de mediana actividad) al atravesar puntos densamente poblados y grandes ciudades.
- Otro riesgo se origina con lo que se denominan “tecnologías de doble uso” (pacífico y militar). Puede darse la tentación del desvío de materiales radiactivos para el progreso con vistas a llegar a obtener la bomba atómica y otras armas destructivas, por parte de dirigentes y regímenes “sin escrúpulos”. Este supuesto sólo es concebible en dos casos concretos: en aquellos privilegiados países que poseen centros o instalaciones para el reprocesamiento y aprovechamiento del combustible nuclear ya usado (Francia, Reino Unido, EE. UU., Japón y Rusia) o bien en plantas especiales con instalaciones para el enriquecimiento de uranio (previsiblemente éste sea el caso de Irán).
- Otra contingencia a contemplar es el caso de que algunas sustancias radiactivas (de poca actividad) presentes en los residuos fueran sustraídas o robadas por algún grupo terrorista para lo que se conoce como fabricación de “bombas sucias”.
De cualquier forma que se mire, lo más desagradable y negativo del uso de la energía nuclear redunda en sus mismas características. Los residuos nucleares permanecen, más o menos activos, durante un plazo demasiado dilatado: decenas de miles de años. Su vertido o enterramiento se lleva a cabo en el mar, prioritariamente. Se ha de encontrar otra mejor solución viable, que pasaría por habilitar unos almacenes geológicos profundos, al abrigo de hasta incluso los fenómenos sísmicos (AGP). Otra exitosa alternativa, que se ha de generalizar, consiste en eliminar y neutralizar los residuos de alta actividad desechados mediante el procedimiento del reprocesado o el más complejo e idóneo de la transmutación.
BIERZO.NATURA TOMA PARTIDO:
La energía nuclear no es inocua, como tampoco renovable. Sólo sería concebible su uso en zonas del planeta determinadas y con unos problemas muy específicos: acaparadora dependencia del suministro energético de combustibles fósiles del exterior, no existencia de otras fuentes de energía autóctona (renovables o no), que tampoco se pudiera proceder a instalaciones efectivas de energías limpias y que su economía no pudiera, de ningún modo, aguantar la sangría de comprar la práctica total de energía a otras naciones o “cárteles” del petróleo o multinacionales.
Y, en nuestro Bierzo, ni por asomo se da ninguna de las hipótesis expuestas. Por tanto, en nuestra Región:
¿NUCLEARES? NO, GRACIAS.
MARCELINO B. TABOADA
MARCELINO B. TABOADA
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