Esta antigua Comarca (que lo fue hasta la absorción del municipio de Paradaseca por Villafranca del Bierzo) ha cedido protagonismo socio-económico para ser integrada en la Comarca Bierzo Oeste de nuestra Región.
Pero hay maravillas de las que puede presumir sin ningún recato y una de ellas es la de tener dentro de su área nada menos que cinco árboles monumentales o ecosistemas singulares, dignos de elogio y admiración.
EL “CAMPANO” DE VILLAR DE ACERO:
Aproximadamente a unos 20 kms. de Villafranca y, justo entre La Leitosa y Tejeira y flanqueándola un castañar a la izquierda en su acceso de entrada (de nombre “Daquelado”), se sitúa la localidad de Villar de Acero (Vilar de Aceiro).
Aquí los prados amplios, casi siempre verdes, de ribera, sus lameiros de aguas puras y cristalinas y sus robledales de antaño nobles que crecen y se desarrollan en el en todo tiempo húmedo acordeón desplegado de sus montes son la tónica habitual.
En el monte comunal de Villar se cobija toda una joya natural: el castaño “O Campano”, el ejemplar de todas las especies más ancho y grueso de toda la Península Ibérica. Se le puede reconocer como “el árbol totémico y simbólico de toda la zona”.
El gigantesco castaño, que ya ha cumplido centenares de años apegado a esta tierra, es un orgullo para los vecinos de Villar de Acero, Pedanía típica de la Somoza berciana y que pertenece al municipio de Villafranca del Bierzo, habiéndose incluido en el ámbito de protección de la Reserva de Ancares.
CURIOSIDADES:
Es, con total certeza, uno de los más emblemáticos, célebres, grandes, añosos y extraordinarios no sólo de todo el espacio circundante, sino también de Europa. Los entendidos y peritos estiman que su edad podría rondar los 800 años de existencia.
Este ejemplar mastodóntico está dimensionado con unas cifras de impresión: 34 metros de altura, su copa tiene de diámetro unos 16 m. y la longitud perimetral de su tronco alcanza los 15 m. y medio. Es decir, que sería preciso unir “en corro” a entre 9 y 10 personas-tipo con los brazos desplegados para abarcarlo en todo su contorno.
El enorme y viejo castaño está quemado y herido por las huellas incendiarias. Ahora, en consecuencia, apenas da cosecha de castañas, mientras que por los años 40 proporcionaba, para hacerse una idea, dos carros repletos tirados por vacas simplemente de oriceras, después de la recolección del fruto.
Su estado actual es debido a la grave repercusión que sobre él ha ejercido un fatídico y espectacular incendio en los años 80 y al abandono de la siembra de centeno (pan) en las fincas adyacentes.
ARCES O PRADAIROS DE PARADASECA:
Desde el mismo pueblo es de rigor girar una visita a una elevada y apartada ermita, protegida y custodiada por unos grandiosos arces (pradairos), con la intención de descender luego hasta la Campa del Pradairo (hoy, paradójicamente, sin arce) ya en las cercanías de los lindes del monte paradariego con el de Villar de Acero. Se trata de los tres renombrados esplendorosos pradairos de la ermita de Fombasallá.
Enfrente de la ermita de Sta. María Magdalena, en el lado opuesto del río Burbia, se pueden contemplar los restos de la antigua Herrería con un curioso mecanismo hidráulico, que tendría que haber abastecido durante todo el S. XIX a la fábrica de armas de Oviedo y que tuvo que ser clausurada al finalizar la Guerra de la Independencia.
La madera de los arces servía con frecuencia y buen aprovechamiento para hacer galochas, cucharas y cuencos, fundamentalmente.
En definitiva, estos tres arces o “pradairos” centenarios se revelan, cobijando a su amparo una vieja ermita, como la estampa típica y más divulgada entre los habitantes que todavía moran en las aldeas del ya extinguido antiguo Ayuntamiento de Paradaseca.
“EL MIRANDELO” DE POBLADURA DE SOMOZA:
Entre los soutos de nuestros pueblos y aldeas aún resisten sorprendentemente varios castaños monumentales, de los que durante siglos proporcionaron sustento a personas y bestias domésticas y silvestres. Como exponente definitivo de ello cabe aludir al Mirandelo de Pobladura de Somoza, desde el cual se disiva y abarca visualmente gran parte de la hoya berciana.
En Pobladura, las masas forestales características de ribera se entremezclan en una armonía insuperable con los aprovechamientos humanos tradicionales. Encinares y alcornocales de los que todavía se extrae y comercializa el corcho, viejos y originarios bosques nada adulterados (“morteiras”) en las cabeceras de los valles donde nacen fuentes y manantiales, escondiendo en su lejanía un impresionante tesoro biológico son alicientes más que suficientes. Lleras y penedos representan un paisaje mágico y hermético.
Como atractivos, hace falta aconsejar la contemplación de la pila bautismal y los vestigios de las minas romanas en el arroyo de Rubicales, en Pobladura de Somoza.
LOS CASTAÑOS Y LOS ROBLES DE PORCARIZAS:
La denominación o topónimo sugiere una piara o varias de cerdos, aunque se ha de desechar esta vía en un lugar tan apartado, montaraz y escarpado. Antes bien, la teoría más admitida se basa en elementos contundentes (gran biodiversidad y riqueza alimentaria de los bosques, abundancia de agua) señalando con toda probabilidad a la proliferación de suidos salvajes (dicho de otro modo, jabalíes o puercos monteses) que sí son capaces de soportar la duraza y las malas condiciones climáticas y del quebrado terreno que los “cochos” domésticos de ceba no aguantarían.
Una circunstancia por analizar y estudiar es el conjunto de Valles glaciares muy antiguos en Porcarizas, Campolagua, las Algeiras,… hasta el camino de confluencia o unión de Airadapedra con Burbia. Esta ruta o itinerario está plagado de fuentes y arroyos y de una vegetación arbórea profusa, frondosa y acaparadora, entre la que se muestran con brillantez los robledales a media ladera de las montañas, los arces o pradairos, los fresnos, los abedules, los serbales o “capudrios” humeiros, los tupidos acebales, hermosos e inesperados en altas latitudes.
EL VERRUGOSO DE PORCARIZAS:
El colectivo ecologista-conservacionista berciano “Tyto Alba” ha logrado impedir y rescatar de la tala un castaño centenario en la aldea somocense de Porcarizas, en el Valle del Burbia. El destino final de este singular árbol estaba orientado para embellecer algunos salpicaderos de “berlinas de lujo”. La Asociación, tras varias gestiones, consiguió igualar la oferta monetaria de 1.200 € que una Compañía maderera había lanzado y estaba a punto de ser aceptada por el dueño del valioso ejemplar.
Tyto Alba, a principios del 2.003, pretendía con su actuación que las Administraciones se implicaran directamente en la protección de estos árboles que se pueden catalogar como “auténticos y relevantes monumentos naturales”.
Tanto en Porcarizas, como en Villar de Acero y Teixeira se pueden observar con encantamiento diversos tejos de un porte excelente agregados con el caserío, como símbolos ancestrales que personificaban la eternidad, la protección y buena fortuna y la sabiduría e inteligencia.
MARCELINO B. TABOADA