RECUERDO DE UNA ECONOMÍA DE SUBSISTENCIA:ANCARES
Los Ancares es un espacio natural, a caballo entre las provincias de León y Lugo, teniendo dos poblaciones que se autodenominan Puerta: Vega de Espinareda y Becerreá. Estas montañas han unido, más que separado, a las dos vertientes en Unos modos tradicionales de vida con una filosofía común: como dato de que ello es así está la aldea de O Portelo, dividida entre dos demarcaciones provinciales por capricho. Si ascendemos, además, al Pico de los Tres Obispos divisaremos tierras uniformes que dependen de las Diócesis de Astorga, Lugo y Oviedo. Ciñéndonos ya a la parte berciana, la zona está declarada como Reserva de la Biosfera por la UNESCO desde el año 2006, comprendiendo los municipios de Villafranca del Bierzo, Vega de Espinareda, Peranzans y Candín (en total 56000 ha.). Los valles que conforman la Reserva son los de Turbia, Ancares, el de Fornela y el casi gallego de Balboa. Hasta hace relativamente escaso tiempo, la vida en estos parajes era bastante precaria. Y fruto de ello era la endogamia familiar en la primera mitad del pasado siglo y las formas rudimentarias en las labores agrícolas y el atraso que obligaba a las gentes ancaresas a tener un sentido de la solidaridad especial. Como experiencias que se pueden interpretar como reminiscencias de la especificidad de Ancares he de citar, por vividas, la forma de colaboración en el trabajo: recogida del heno (hierba), mallegas, matanzas y reuniones en los mesones o cantinas durante el invierno o largas veladas de cuentos e historias en casa de algún vecino. Las inclemencias meteorológicas hacían que se acumulara hierba seca en el “fallado”, debajo del tejado y que el ganado pasara meses sin poder salir a pastar. Asimismo, se ha de resaltar la importancia capital de que se rodeaban las ferias de ganado como punto de encuentro social. Esos días, los lugareños bajaban a la cabecera del municipio (o concello) a realizar sus compras, exponer ganado para vender y a hacer un poco de vida social. También se llevaban productos como huevos, miel, quesos,… porque tenían buena salida y, para ello, se recorrían distancias considerables a pie y con galochas. Y había algunos, que se podían denominar “privilegiados”, que acudían a lomos de una caballería. Por lo que hace referencia a la flora y fauna autóctonas se ha de hacer notar la biodiversidad tan rica que engloba todo el entorno de la Sierra de Ancares: rebollos, encinas, robles albar, arces, serbales, abedules, avellanos, castaños, acebos,… así como el urogallo (pito de monte), el águila real, el águila culebrera, la liebre piornal, el halcón peregrino, el alimoche, el pico mediano, el lobo, la nutria,… Y, reintroducidas en buena parte, especies como el ciervo, el rebeco o el corzo. Como vivencias que me causaron impresión, de niño, he de relatar varias: - La de una ocasión en que, ante la amenaza del lobo, acudimos varios a ayudar al pastor “turnante”: sistema de ganadería extensiva en que una o varias personas del pueblo estaban al aire libre cuidando el ganado de todas las casas de sus vecinos. He de admitir que la presencia cercana de una manada de lobos hambrientos, acechando, paraliza al más valiente. - La actividad de mi abuelo como “zapatero”: el buen hacer y arte que derrochaba para fabricar galochas, zuecos y madreñas, todas por encargo. Siempre mejor de castaño que de “pradairo”. - Aquellos canes tan resistentes, nobles y sufridos, durmiendo resguardados donde podían, en jornadas invernales en que no se superaban los cero grados. Estos perros eran capaces, por corpulencia, de enfrentarse y vencer a cualquier lobo individualmente.
Los alcaldes bercianos de municipios integrados en el área de Los Ancares se muestran muy prudentes ante la posibilidad de que se retome el proyecto para declarar a la emblemática zona paisajística como Reserva de la Biosfera.
Responsables de la Xunta de Galicia manifestaron su intención de desarrollar un plan global para el desarrollo de la zona. El director xeral de Desemvolvemento Rural de la Administración gallega y el delegado provincial en Lugo, Emilio López, informaron hace algunas semanas a los alcaldes gallegos de la zona incluida en Los Ancares y a otros representantes sociales de la zona sobre el plan que prepara la Xunta para desarrollar toda el área. Además, los responsables autonómicos pidieron el apoyo de los regidores de los municipios ancareses para una mejor ejecución del proyecto.
En puntos de EL BIERZO yque ahora recibe el nombre de palloza, de forma circular u oval, cubierta de bálago o paja.
Bajo su techo conviven hombres y animales, separados solo por una empalizada o muro de tablas, que no llega hasta la cima del hábitat interno.
La palloza se construye a veces sobre suelo inclinado. En ese caso, los animales ocupan la parte más baja, para facilitar la salida de orines. En el centro está siempre el hogar, sobre el que pende una cadena en la que se cuelga el puchero.
Las pallozas son las construcciones típicas de los antepasados ancareses: de forma ovalada o redondeada, son ejemplos de la total simbiosis y adaptación del hombre a su medio. En ellas convivían animales, personas, utensilios y otros enseres. Eran construcciones de piedra berroqueña, la que se encuentra en las inmediaciones y que, modernamente, incluso aprovechaban los canteros. Solían disponerse en lugares un poco elevados y resguardadas de los vientos ábregos. Yo me inclino por pensar que son astur-celtas y como una derivación posterior de los castros. Es de rigor destacar que la temperatura interior puede variar entre 16 ó 18 grados en relación con la del exterior: la cabaña ganadera estaba separada del hombre apenas por unas tablas proporcionándole calor.
Como hechos que puedo constatar se pueden escoger los siguientes:
- A la entrada de la palloza, en un altillo, se veía la “paneira” -cerrada por una puerta y en un hueco- y en ella se conservaban perfectamente los alimentos de uso casi diario. En el centro estaba la cocina y los “escanos” (especie de bancos). La lumbre era de “lareira”, encima de una laja plana y, por encima, una repisa de losa o pizarra para colocar utensilios. En algunos hogares, el fuego se hacía en el suelo y la comida se hervía en un pote que se regulaba con una cremallera suspendido de una viga en el techo. Abajo, solía ponerse un “trespiés” de bronce o aleación de cobre, últimamente. Subiendo por una escalera o similar se accedía a la alcoba, donde existía un arca que contenía las ropas y otras prendas u objetos valiosos.
LOS HORNOS, LOS CARROS Y LOS HÓRREOS
Estos tres elementos eran indispensables para la supervivencia. Los carros eran de madera, relativamente pesados por el terreno escarpado por el que discurrían habitualmente. Se ataban por medio de cuerdas o sogas gruesas (“liames”) a unos palos que soportaban la carga (“estadullos”). He de hacer mención de que mi abuelo tuvo la habilidad de “fabricar” un yugo para emparejar una vaca y un burro, con buen resultado.
Los hornos, en una economía cerrada y de intercambio algunas veces, podían ser comunitarios (entonces se distribuían hornadas por familias). Era típico el pan de centeno del país. Se podía cocer para varios y, si el molino del grano era particular, aquí se pagaba una “maquilla” o medida al molinero por cada saco que se llevaba.
El hórreo cumplía varias misiones: salar y curarse al oreo de la montaña los productos de la matanza, al estar a una cierta distancia del suelo; impedir que los alimentos fueran devorados por zorros u otras alimañas, proteger el carro (para ello se le quitaban las ruedas) de la intemperie y humedad,… A su interior, se llegaba a través de una escalera o unos simples peldaños.
Finalmente, he de apuntar unos detalles que me llamaron poderosamente la atención ha años:
- La forma de trabajar la piedra los canteros y cómo con barro hacían cuadrar los diferentes bloques.
- Los “teitadores” de las pallozas: el tipo de paja de centeno que usaban, cómo la elegían, humedecían, ataban como cosiendo y la subían para cubrir sobre una trama de traveseros o pequeñas vigas. Decían que los tallos de la paja del pan (centeno) tenían que ser largos, “para cuelmo”.
- Las plantas medicinales que se pueden distinguir en el monte y, en concreto, los arándanos para macerar en orujo, la “ruda” para problemas intestinales, “la carqueixa” para varias afecciones,… amén de las creencias que todavía subsisten: responsos a S. Antonio, cosas de brujerías (“meigas”), plantas para proteger la casa de los malos espíritus (vianteiro), oraciones para curar,…
Lo que he aprendido de la experiencia de la gente mayor de Ancares es su capacidad para sacar conclusiones del pasado, con una buena dosis de “sentido común”, fruto de la relación con un medio escaso en recursos y, en cierta medida, inhóspito y humanizante.
Articulo realizado por nuestro colaborador:
MARCELINO B. TABOADA
MARCELINO B. TABOADA